lunes, 8 de octubre de 2007

¿Leyenda o Realidad?














(La cueva en la que vivieron Sawney Bean y su familia)

Hoy, buscando en Internet excursiones que se puedan hacer en las Highlands, encontré una excursión que distaba mucho de la típica visita al Lago Ness. Podías ir a la cueva en la que vivieron durante varias décadas Sawney Bean y familia. Y, me interesé en saber la historia:

Aunque, podría ser una leyenda, está tan arraigada en estas latitudes, que pienso que podría haber sido cierto, aunque cueste creerlo.
Esta historia inspiró la película "Las colinas tienen ojos" dirigida por Wes Craven en 1977.

Sawney Bean nació en el condado de East Lothian, a unos trece kilómetros
al este de la ciudad de Edimburgo, durante el reinado de Jaime I de
Escocia. Su padre era jardinero y quería preparar a su hijo para el mismo trabajo. Pero el hijo, terminó por abandonar a sus padres y trasladarse a una región más deshabitada, llevándose con él a una mujer de inclinaciones tan perversas
como las suyas.
La pareja se instaló en una cueva, cerca de la playa del litoral del
condado de Galloway; allí vivieron durante más de veinticinco años, sin salir de allí en todo ese tiempo.

















Tuvieron un gran número de hijos y nietos, a los cuales
criaron a su semejanza, sin la menor noción de
humanidad. Nunca tuvieron ninguna compañía, y sobrevivían robando, siendo, además tan crueles, que nunca
robaron a nadie sin asesinarlo previamente.
El hecho de vivir tan apartados del mundo, provocó que pasara mucho tiempo sin que fueran descubiertos, sin que nadie sospechara cómo se perdían las personas que pasaban por el
lugar donde ellos vivían. Después de haber asesinado a una persona, transportaban el cadáver a la cueva, y allí lo
descuartizaban y después se lo comían. Normalmente solían arrojar al mar piernas y brazos de esas
víctimas, probablemente habiendo perdido el interés del cadáver procurando hacerlo a una gran distancia de la cueva en que
vivían, aquellos miembros eran devueltos con frecuencia a la
playa, para asombro de
los bañistas.
La alarma fue en aumento, ya que no se podía viajar con seguridad por cerca de la cueva de aquellos individuos carentes de alma.
La justicia se ejerció con la mayor
severidad imaginable, a fin de evitar aquellas frecuentes y atroces
hazañas.
Y provocó que los viajeros se sintieron tan incómodos prefiriendo volverse a su lugar de origen.
En una palabra, toda la región quedó casi despoblada. La familia de Sawney, mientras, continuaba creciendo. A veces
atacaban a cuatro, cinco viajeros al mismo tiempo, pero nunca a más
de dos si iban a caballo.
El número de asesinatos cometidos por aquellos salvajes no llegó a
conocerse nunca con exactitud, pero se calculó que en los veinticinco años
que duraron sus fechorías habían lavado sus manos con la sangre de un
millar de hombres, mujeres y niños, al menos.
Fueron descubiertos porque un hombre y su esposa regresaban a su casa y se lanzaron furiosamente
sobre ellos. El hombre se defendió valientemente con su espada y su pistola,
acabando con algunos de los asaltantes.
En el transcurso de la lucha la pobre mujer cayó al suelo, e
inmediatamente fue asesinada ante los ojos de su marido, ya que los caníbales la degollaron. Y prefiero no entrar en detalles.
Con suerte, mientras luchaba desesperadamente, se presentó
un grupo de veinte o treinta hombres que había estado en una feria cercana, y
ante esa cifra numerosa Sawney Bean y su clan decidieron
retirarse a su cueva.
El hombre, que era el primero que salía con vida de una emboscada de esos asesinos, contó a los recién llegados lo que había ocurrido y
les mostró el cadáver de su esposa, que los forajidos no habían podido
llevarse. Todos quedaron horrorizados ante lo que les contaba.
Tres o cuatro días más tarde, Su Majestad en persona, con un ejército de
cuatrocientos hombres, fueron al lugar donde se produjo la
tragedia.
Fueron con el hombre que había sido atacado y se llegaron con suficientes perros como para rastrear una amplia zona. Finalmente,
algunos de los sabuesos entraron en la cueva, de modo que el
rey, con sus ayudantes, volvió. Entraron en dicha cueva y el espectáculo que era desolador. Piernas, brazos, manos y
numerosos cuerpos colgaban en el techo.

La familia de Sawney, en aquella época, se componía de su
esposa, ocho hijos, seis hijas y, de relaciones incestuosas, dieciocho
nietos y catorce nietas.
Todos fueron encadenados. Los soldados recogieron
todos los restos humanos que pudieron encontrar y los enterraron cerca del lugar. Luego cargaron con los tesoros que habían reunido los asesinos y
regresaron con sus prisioneros a Edimburgo.
Sawney Bean y los miembros de su familia no asumieron sus crímenes
ante ningún tribunal.
Los hombres fueron descuartizados; les amputaron brazos y piernas y los
dejaron desangrar hasta que les sobrevino la muerte al cabo de unas horas.
Después de haber sido espectadores del castigo dictado por el rey los
hombres, la esposa, las hijas y los nietos fueron quemados en varias
hogueras. Todos aquellos malvados murieron sin dar la menor
señal de arrepentimiento mientras morían.

8 comentarios:

Sebastián Ortega dijo...

Qué exageración, parece la peli 300.

Ed dijo...

Mola la historia, muy gore.... yo la tomo por real.

Anónimo dijo...

Vamos, que había gitanos. Aquí hay muchos más y tampoco nos lo tomamos tan a la tramenda, coño.

Sr. Rivera dijo...

Una historia hermosa, se la contaré a mis nietos.

Dr. Flobert dijo...

Es curioso, la antropofagia es un tema que provoca fascinación y repulsión a partes iguales, quizás porque todavía perdura en la memoria colectiva el sentido sagrado del canibalismo ritual.

Dr. Flobert dijo...

Se me olvidó decirte que por fin cuentas algo interesante y morboso, sigue así

Anónimo dijo...

De lo que se come se cria; ya me imagino la parte por la que se pelearían por comer.

Davinia dijo...

Dónde está esa cueva? me gustaría visitarla pero no la encuentro..